Tuvimos que allanar el cementerio, pero fue para rendirte homenaje, Ramiro.
En la fría noche del pasado 29 de Octubre, la Delegación Madrileña del Movimiento Social Republicano rindió su particular homenaje a la figura de Ramiro Ledesma Ramos, asesinado por las hordas marxistas en una fecha como esta hace 72 años.
Pese al frío, alrededor de una treintena de militantes y simpatizantes nos dimos cita en el cementerio de Aravaca para honrar su memoria. El acto comenzó con la lectura de un fragmento modificado de su Discurso a las Juventudes de España por parte del Coordinador Nacional, Raúl Crespo:
Modificado de la Nota Previa del Discurso A Las Juventudes de España.
La política, en el único sentido profundo que posee, no es una ciencia abstracta, que se nutra y sostenga de ideas generales, de simples y puros raciocinios. Es más, no es una ciencia, ni realmente tiene mucho que ver con la ciencia. La política, y expresar esto no supone invento alguno original, es un arte, y, sobre todo, una estrategia.
Por tanto, la política, si aspira a ser política, tiene que resolver o abordar dificultades de orden estratégico. Ha de basarse en hechos y, en mayor o menor escala, extraer de ellos el camino hacia hechos nuevos. No hay política abstracta. No hay tampoco política quieta, en reposo, para ser cumplida o realizada dentro de diez años.
Ramiro Ledesma tuvo la fortuna de realizar un hallazgo, de cuya importancia y fertilidad está ya dándose perfecta cuenta un ancho sector de jóvenes españoles.
Ese hallazgo no fue otro que el de descubrir para España una perspectiva histórica y política, que se nutriese a la vez de las dos únicas palancas hoy de veras eficaces para hacer de España lo que esta generación debe conseguir que sea: una Patria justa, grande y liberadora.
He aquí esas dos palancas: una, la idea nacional, la Patria como empresa histórica y como garantía de existencia histórica de todos los españoles; otra, la idea social, la economía socialista, como garantía del pan y del bienestar económico de todo el pueblo. A Ramiro Ledesma le cupo la tarea de unificar esas dos banderas, dotarlas de los símbolos emocionales necesarios y señalar y poner las piedras primeras de una organización que las interpretase. Todo eso ya está ahí, anda por España, y creo que de un modo insoslayable y visible. Fueron las J.O.N.S. y hoy es el MSR.Este Discurso a las Juventudes, ante la creencia de que se avecinan también hoy en España las manifestaciones decisivas de la subversión moderna, quiere plantear a nuestras juventudes la necesidad de que conviertan asimismo la revolución en revolución nacional, liberadora del pueblo y de la Patria, haciendo de la coyuntura trasnmutadora la gran ocasión histórica para que España realice sus grandes destinos. Que ello sea así, depende sólo de que las juventudes encuentren su camino, estén a la altura de él y lo recorran militarmente.
La política, en el único sentido profundo que posee, no es una ciencia abstracta, que se nutra y sostenga de ideas generales, de simples y puros raciocinios. Es más, no es una ciencia, ni realmente tiene mucho que ver con la ciencia. La política, y expresar esto no supone invento alguno original, es un arte, y, sobre todo, una estrategia.
Por tanto, la política, si aspira a ser política, tiene que resolver o abordar dificultades de orden estratégico. Ha de basarse en hechos y, en mayor o menor escala, extraer de ellos el camino hacia hechos nuevos. No hay política abstracta. No hay tampoco política quieta, en reposo, para ser cumplida o realizada dentro de diez años.
Ramiro Ledesma tuvo la fortuna de realizar un hallazgo, de cuya importancia y fertilidad está ya dándose perfecta cuenta un ancho sector de jóvenes españoles.
Ese hallazgo no fue otro que el de descubrir para España una perspectiva histórica y política, que se nutriese a la vez de las dos únicas palancas hoy de veras eficaces para hacer de España lo que esta generación debe conseguir que sea: una Patria justa, grande y liberadora.
He aquí esas dos palancas: una, la idea nacional, la Patria como empresa histórica y como garantía de existencia histórica de todos los españoles; otra, la idea social, la economía socialista, como garantía del pan y del bienestar económico de todo el pueblo. A Ramiro Ledesma le cupo la tarea de unificar esas dos banderas, dotarlas de los símbolos emocionales necesarios y señalar y poner las piedras primeras de una organización que las interpretase. Todo eso ya está ahí, anda por España, y creo que de un modo insoslayable y visible. Fueron las J.O.N.S. y hoy es el MSR.Este Discurso a las Juventudes, ante la creencia de que se avecinan también hoy en España las manifestaciones decisivas de la subversión moderna, quiere plantear a nuestras juventudes la necesidad de que conviertan asimismo la revolución en revolución nacional, liberadora del pueblo y de la Patria, haciendo de la coyuntura trasnmutadora la gran ocasión histórica para que España realice sus grandes destinos. Que ello sea así, depende sólo de que las juventudes encuentren su camino, estén a la altura de él y lo recorran militarmente.
Tras la ofrenda de cinco rosas rojas, depositadas sobre su lápida, procedimos a la lectura de un texto sobre las últimas horas de vida de Ramiro. En él recordamos la bravura y la heroicidad de sus últimos instantes:
Y llegó el veintiocho de Octubre. Ramiro lo dijo: “presiento que hoy me van a matar”. ¿Otra predicción? Por la noche, cuando estaban ya acostados en el suelo, llegaron los milicianos con una lista. Treinta y dos nombres para ser trasladados a la prisión de Chinchilla, que era lo que decían para ocultar la verdad.
- ¡Catorce! ¡Ramiro Ledesma!
La poca esperanza que pueda haber se desvanece por completo. Junto a Ledesma, nombran a Ramiro de Maeztu. El creador de la Hispanidad va a morir con un “ansioso de valores hispánicos”. Qué mejor forma. Y sale Ramiro, porque ya de nada servía ser Roberto Lanzas, pero a medio camino se da la vuelta. Quiere coger la chaqueta, y no le dejan. Después, en la fila, tiene oportunidad de hablar con Maeztu por última vez, dándose ánimos para permanecer enteros. Ramiro ve el final y lo agradece. Quiere que todo termine cuanto antes, pero no acepta que le vean así, no quiere morir donde ellos decidan y hacerlo obedeciéndoles. Era ya veintinueve y tocaba la hora de la muerte. Les flanqueaban milicianos armados, camino del camión que les trasladaría. De repente, se lanza hacia uno de los milicianos, intentando arrebatarle el fusil.
- ¡A mí me matáis donde yo quiera, no donde vosotros queráis!
Y cayó. El disparo de otro miliciano terminó con su vida en el último arrebato de rabia, bajo un rayo de tremenda voluntad, y su cuerpo se estrelló contra el suelo. No hubo que rematarlo, de su cráneo manaba sangre y ya nada podía hacer. Todo había terminado. Lo recogieron y lo llevaron, con los otros treinta y uno, al cementerio de Aravaca, donde fueron fusilados contra el muro. Allí yace Ramiro, enterrado bajo la tierra de su Patria, como recuerdo perpetuo del fratricidio de 1936 y homenaje a todos los que murieron injustamente.
Al día siguiente, cuando su hermana Trinidad fue a llevarle cosas, le dijeron que estaba en Chinchilla, como a su hermano, cuando fue con un abogado para intentar defenderle en un proceso sin juicio ni acusación alguna.
Tal vez la mejor definición de la muerte de Ramiro la diera Ortega y Gasset, antiguo maestro, cuando se enteró de ella en París: “no han matado a un hombre, han matado a un entendimiento”.
- ¡Catorce! ¡Ramiro Ledesma!
La poca esperanza que pueda haber se desvanece por completo. Junto a Ledesma, nombran a Ramiro de Maeztu. El creador de la Hispanidad va a morir con un “ansioso de valores hispánicos”. Qué mejor forma. Y sale Ramiro, porque ya de nada servía ser Roberto Lanzas, pero a medio camino se da la vuelta. Quiere coger la chaqueta, y no le dejan. Después, en la fila, tiene oportunidad de hablar con Maeztu por última vez, dándose ánimos para permanecer enteros. Ramiro ve el final y lo agradece. Quiere que todo termine cuanto antes, pero no acepta que le vean así, no quiere morir donde ellos decidan y hacerlo obedeciéndoles. Era ya veintinueve y tocaba la hora de la muerte. Les flanqueaban milicianos armados, camino del camión que les trasladaría. De repente, se lanza hacia uno de los milicianos, intentando arrebatarle el fusil.
- ¡A mí me matáis donde yo quiera, no donde vosotros queráis!
Y cayó. El disparo de otro miliciano terminó con su vida en el último arrebato de rabia, bajo un rayo de tremenda voluntad, y su cuerpo se estrelló contra el suelo. No hubo que rematarlo, de su cráneo manaba sangre y ya nada podía hacer. Todo había terminado. Lo recogieron y lo llevaron, con los otros treinta y uno, al cementerio de Aravaca, donde fueron fusilados contra el muro. Allí yace Ramiro, enterrado bajo la tierra de su Patria, como recuerdo perpetuo del fratricidio de 1936 y homenaje a todos los que murieron injustamente.
Al día siguiente, cuando su hermana Trinidad fue a llevarle cosas, le dijeron que estaba en Chinchilla, como a su hermano, cuando fue con un abogado para intentar defenderle en un proceso sin juicio ni acusación alguna.
Tal vez la mejor definición de la muerte de Ramiro la diera Ortega y Gasset, antiguo maestro, cuando se enteró de ella en París: “no han matado a un hombre, han matado a un entendimiento”.
RAMIRO LEDESMA RAMOS, ¡¡¡PRESENTE!!!
Tras ello, nos retiramos del lugar tranquilamente, dispuestos a regresar el año que viene para recordar al que, sin duda, es uno de los mayores héroes de la historia española.
RAMIRO LEDESMA RAMOS, ¡¡¡PRESENTE!!!