viernes, 21 de noviembre de 2008

Cultura Alternativa V

José Luis Ontiveros (1954).

Conquista del Poder y Metapolítica.

3. Cultura Alternativa y Metapolítica.

[…]

Llego, por fin, al centro de esta propuesta: la cultura del gesto y del estilo, la cultura alternativa. ¿En qué consiste? No en un censo sobre las lecturas realizadas, por lo general, sumamente deprimente. Se leen los bestsellers, pero nadie a los clásicos, ni al Siglo de Oro, ni siquiera a Dostoyevski, Stendhal o Vasconcelos.

Se trata de que las ideas que se tengan, las ideas medulares sobre la existencia, el sentido propio de la vida encarne en ella y se manifieste como la última verdad, la irreductible a los asaltos de los poderes mediáticos y gregarios.

“El estilo es el hombre”. Una cultura que no define un estilo de vida, que oscila entre el neomaterialismo, el hedonismo. El deslizamiento permanente del criterio conduce irremediablemente a lo que Braudillard ha calificado como la “indiferencia radical”. El reino de los muertos vivientes galvanizados por la ganancia, la posición, la utilidad y el cálculo. El desarme de las ideas. El pacifismo de los idiotas. De ahí la necesidad de construir interiormente una forma de ser, una tensión interior, una definición entre nuestro ser y el mundo externo.

Se requiere construir el castillo de los sueños, pues desde Calderón de la Barca sabemos que “la vida es sueño y los sueños, sueños son”. Más tenemos que ser capaces de crear un sueño, perfilarlo, trazarlo a cincel sobre nuestra alma y encarnar la verdad propia de la estirpe, de la herencia, de la cultura y de la Tradición.

Esta es la cultura del estilo que se define en divisas como “nobleza obliga”, “nobleza calla”, “la fidelidad es más fuerte que el fuego”, y todo para “mantenerse en pie en un mundo en ruinas”, de tal manera que como indica Evola, “lo que no podamos cambiar, no debe tener la fuerza para dañarnos”. Al término de la era de las masas, en el crisol de la época del individualismo narcisístico, el camino, la vía, el do es personal.

Por otra parte, la cultura alternativa en un pueblo estriba en un reencuentro con sus raíces, y en esa dimensión, adquiere la connotación de una rebelión contra la civilización posmoderna y desmontable, para afirmarse como el destino y la exigencia de un linaje.

La cultura alternativa lleva a la metapolítica, ¿y qué es la metapolítica? El conjunto de principios de la conducción de las sociedades que está por encima de los intereses de los partidos y que no tiene como objeto la conquista del poder material.

La metapolítica es una lucha por el dominio de los valores, los que entiende Gramsci como “el sentido común de la sociedad”. De ahí que sea necesariamente metapolítico todo combate que sobrepase la egolatría tripuda de los profesionales de los posicionamientos como la abulia suicida de una juventud amorfa inoculada por la usura y la “americanósfera”.

Por ello no se pueden dar recetas para colectivos. Se trata de una obra personal, que no individualista, en que como señalan San Pablo de Tarso y Séneca debemos hacer nacer “el hombre nuevo” para abandonar al “viejo”. Esta es una revolución silenciosa del sentido de la propia existencia.

Cuando la metapolítica se une al inconsciente colectivo de una comunidad, entonces, hay una fuerza que recorre todo el cuerpo social, un poder transfigurador que hace cumplir el destino superior, la misión intransferible, la ética exigente de una minoría que llena su alma con su pueblo y desafía las verdades impuestas por el aparato neocolonial planetario.

“Llega a ser lo que eres”, dice Píndaro y “sé un anhelo de flecha”, afirma Nietzsche. Sé “flor y canto” y entona “cantos de guerra”, asevera la tradición azteca. Sé el “Águila de Septentrión”, canta Sor Juana.

En las raíces no occidentales, “bárbaras” en el sentido de los valores que son un para sí, está la respuesta a la creación de una cultura alternativa […]