Tomislav Sunic (1953).
Génesis de lo “políticamente correcto”.
[…]
La primera conclusión que se puede extraer del lenguaje políticamente correcto es la siguiente: en lugar de disminuir el conflicto, lo aumenta; en lugar de crear un diálogo identitario, lo destruye; en lugar de respetar a los otros, los demoniza. El lenguaje liberal, a la manera del lenguaje soviético, es por esencia conflictivo. Suele recurrir a los sustantivos y adjetivos del mundo zoológico o del mundo médico; tales como “la bestia inmunda fascista” o “la paranoia fascista”. Suscita siempre sentimientos primarios.
Comparados con Europa, los Estados Unidos, aun siendo un país muy secularizado, siguen estando, sin embargo, muy marcados por los «grandes relatos» moralistas salidos de la Biblia; ningún otro país sobre la tierra ha conocido semejante grado de hipermoralismo parabíblico, en el que Arnold Gehlen ve «una nueva religión humanitaria»1. No obstante, tras la segunda guerra mundial, el lenguaje puritano sufrió una mutación profunda al contacto con el lenguaje marxista usado en Europa, vehiculado por los intelectuales de la escuela de Francfort, o inspirado por ellos, refugiados en los Estados Unidos y más tarde instalados en las grandes escuelas y universidades occidentales. Son aquellos que tras la guerra comenzaron a actuar en los medios de comunicación y en la educación de Europa, y que jugaron un papel decisivo en el establecimiento del “pensamiento único” moderno. Es pues de la conjunción entre el hipermoralismo americano y las ideas freudo-marxistas en ese medio como surgió el fenómeno actual de lo políticamente correcto.
Comparados con Europa, los Estados Unidos, aun siendo un país muy secularizado, siguen estando, sin embargo, muy marcados por los «grandes relatos» moralistas salidos de la Biblia; ningún otro país sobre la tierra ha conocido semejante grado de hipermoralismo parabíblico, en el que Arnold Gehlen ve «una nueva religión humanitaria»1. No obstante, tras la segunda guerra mundial, el lenguaje puritano sufrió una mutación profunda al contacto con el lenguaje marxista usado en Europa, vehiculado por los intelectuales de la escuela de Francfort, o inspirado por ellos, refugiados en los Estados Unidos y más tarde instalados en las grandes escuelas y universidades occidentales. Son aquellos que tras la guerra comenzaron a actuar en los medios de comunicación y en la educación de Europa, y que jugaron un papel decisivo en el establecimiento del “pensamiento único” moderno. Es pues de la conjunción entre el hipermoralismo americano y las ideas freudo-marxistas en ese medio como surgió el fenómeno actual de lo políticamente correcto.
Se sabe que los Estados Unidos nunca han tenido como única razón la conquista militar, sino el deseo de traer a los malpensantes, ya fueran indios, nazis, comunistas, y hoy islamistas, el feliz mensaje del democratismo al modo americano, incluso con el acompañamiento del bombardeo masivo de las poblaciones civiles. Este objetivo se cumplió enormemente hacia el final de la segunda guerra mundial, cuando América, como principal gran potencia, se instala en su papel de reeducadora de la vieja Europa. Y en los años ulteriores, el léxico americano, en su versión soft y liberal-puritana, jugará incluso un papel mucho mayor por parte de los medios occidentales que por la verborrea utilizada por los comunistas europeos del este y sus simpatizantes. Hoy la herencia americano-calvinista ha perdido su contenido teológico en el discurso moderno; se ha transformado en un moralismo inquisitorial que pregona el evangelio liberal de los derechos del hombre y el multiculturalismo universal.
1 Arnold Gehlen, Moral und Hypermoral (Vittorio Klostermann GmBH, Francfort 2004, pág. 78).