domingo, 14 de junio de 2009

Explotación infantil


Una de las consecuencias del sistema capitalista es el abismo que se establece entre unas naciones y otras, y entre las mismas capas sociales de un mismo país. Como en casi todos los desaguisados que liamos los adultos, acaban sufriendo más que nadie los niños.

La declaración universal de los derechos humanos establece:

Artículo 3: Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.

Artículo 25, 2: La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales.

Como en casi todas estas bonitas declaraciones, leyes y demás pantomimas a las que este sistema nos tiene habituados, hay quien se pasa por donde quiere lo que se debería tener muy en cuenta, al menos en este apartado.

La explotación infantil se refiere al trabajo de niños en cualquier sistema de producción económica de un país, una región y en el mantenimiento económico de una persona o grupo aunque sea su familia. La explotación infantil se da con mayor frecuencia en países en vías de desarrollo, pero no podemos verlo como algo ajeno a nosotros, pues los países industrializados estamos muy implicados en ello.

Los niños son los que pagan la marginación social a la que esté sometida la familia por unas malas políticas estatales, la explotación que ejercen sobre las poblaciones más pobres las grandes multinacionales y la desprotección en la que son sumergidas las familias, así que los niños se ven sometidos a una especie de régimen de esclavitud para poder aportar algo a la economía familiar, o simplemente deben hacerlo para procurarse algo de sustento. Esto sucede en las grandes ciudades de la tan desarrollada civilización y en ella también viven culpables, no lo olvidemos.

Las redes de explotación infantil son otra de las lacras en lo que se refiere al daño a la infancia. Múltiples redes del crimen organizado trabajan en todo el planeta para usar a los niños y niñas en sus propósitos económicos, como la mendicidad y la prostitución. También recordar que”individuos” del mundo desarrollado usan el turismo sexual, como afición, redoblando el dolor que establece el sistema de desigualdades que crea el capitalismo sobre esos niños. Muchas veces las autoridades no hacen nada al respecto.

Los conflictos armados son otro devenir que causa dolor y maltrato a la infancia; las situaciones desastrosas de orden público, son donde los niños y las niñas son víctimas de todo tipo de abuso. Deben coger las armas, son escudos humanos, abusos, e innumerables formas de dolor para ellos, recordemos la ingente cantidad de niños que el ejército israelí a asesinado a lo largo del tiempo al intentar echar a los Palestinos de su tierra; los informes que la ONU aporta tan solo sobre la última masacre acometida por dicho ejército hablan de trastornos incurables en la población infantil, el futuro de ese pueblo recordemos, ya no sólo el que acaben huérfanos.

La explotación infantil se produce a lo largo de todo el mundo, en unos sitios más que en otros, y a veces de manera muy encubierta como hace la misma televisión pretendiendo cortar un patrón de conducta y de hábitos de consumo sobre ellos y que éstos hagan que los mismos padres lo cumplan. Al utilizar de esta forma al infante se establece también una explotación sobre el niño, que lejos de estar salvaguardado de dichas manipulaciones es cada día más expuesto a ellas.

Las cifras en países en vías de desarrollo o países pobres son escalofriantes, nosotros alimentamos esa explotación comprando productos en los cuales los niños y las niñas de estos países trabajaron.

En el fenómeno de la inmigración, en el que se lleva adherido un alto índice de menores de edad, acaban viviendo en la marginación en los países ricos y acaban viéndose abocados al trabajo para ganarse la vida a manos de los que nunca han tenido escrúpulos.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), más de 246 millones de niños trabajan actualmente. Sólo en América del Sur, hay 48 millones de niños trabajadores.

Más de 100 millones de estos niños no van a la escuela, premisa indispensable para que los países sin desarrollar puedan optar por un futuro mejor mediante la formación de los niños que componen esa sociedad.

Unos 22.000 niños mueren en accidentes relacionados con el trabajo cada año. Alto índice de siniestralidad laboral a la que nadie parece asustar o importar.

Un promedio de 8,4 millones de niños son víctimas de esclavitud, prostitución y tráfico humano.En los países desarrollados, aproximadamente 2,5 millones de niños trabajan, ¿es para avergonzarse algo, no?

Los niños que son obligados o se ven obligados a trabajar lo hacen en trabajos peligrosos, con cargas pesadas, trabajo en las minas, en canteras y con químicos.

Lo más que triste es el círculo de explotación que se produce, el niño trabaja para los padres y en algunos casos, para los vicios de éstos.

Otros niños son doblemente explotados, no sólo tienen que trabajar, sino que trabajan en jornadas de 35 horas semanales en un 35,5% o más y el 28,1% menos de 15 horas a la semana, sin percibir pago alguno o mínimamente justo (si es posible), realizando trabajos donde están expuestos al abuso físico y emocional.

En la actualidad hay aproximadamente un millón de niños, niñas y adolescentes trabajadores en la minería artesanal.

Ya no solo por humanidad, o por justicia, el beneficio de la erradicación del trabajo infantil es más que obvio, si podemos mirar la rentabilidad y no sólo en lo que es apreciar la vida de un ser humano, máxime si es un niño. En términos de economía, si un niño accede a una educación obviamente podrá optar por un buen trabajo cuando sea adulto, ayudando así mucho más a su familia, haciendo que la economía de sus países mejore enormemente, la sociedad en su conjunto, y la misma salud de la comunidad de la que formen parte, ya que esta explotación a menudo les repercute en términos de salud.

Lo verdaderamente importante es que un niño es un niño, y que no se debe permitir su explotación ni alimentarla indirectamente consumiendo o alentando a que ésta siga, adquiriendo productos que se sepa que han venido a nuestras tiendas de la mano de la explotación de algún niño.

Un primer paso sería prohibir terminantemente la comercialización de estos productos, pero parece que no interesa cuando hay mucho dinero de por medio.

Carmen M. Padial.