domingo, 13 de abril de 2008

El Poder Cultural por Alain de Benoist

[...]En tales condiciones, la noción misma de la política experimenta una transformación considerable. Con frecuencia se dice que la “política lo ha invadido todo”; y es cierto, como dice M.A. Macciochi, que la política ha pasado en todas partes al puesto de mando. Para comprobar esta “ politización absoluta” es al mismo tiempo reconocer que la “política” no se hace ya sólo en los lugares tradicionales. Las ideologías han adquirido conciencia de sí mismas: todas las esferas del pensamiento y de la acción, en cuanto parte del espacio humano, se nos presentan dotadas de una dimensión ideológica, debido a lo cual, los aspectos de la actividad o la reflexión no directamente políticos han perdido la “neutralidad” que creíamos poder atribuirles. [...]



[...]Por último, hay otro rasgo de las sociedades actuales al que no podemos dejar de referirnos a propósito de la acción del poder cultural. Es el hecho de que los regímenes liberales occidentales, por su propia naturaleza, se encuentran muy mal equipados, cuando no totalmente desarmados, ante esa transformación de las mentalidades y esta infiltración de los espíritus. Los poderes liberales son prisioneros de sus propios principios en un doble sentido. De un lado en un orden políticamente pluralista todas las ideologías en presencia tienen necesariamente garantizada la concurrencia, y la sociedad no puede perseguir las ideologías subversivas so pena de hacerse también ella ( o ser considerada como) tiránica. El Estado puede prohibir el uso de armas o de explosivos, pero difícilmente le es posible, sin atentar contra el principio de la libertad de expresión, oponerse a la difusión de un libro o a la representación de un espectáculo, que, sin embargo, constituyen en muchas ocasiones, armas dirigidas contra él. Por eso, la sociedad liberal corre el riesgo de suicidarse lentamente, al estar basada en el pluralismo. Tal pluralismo sólo es duradero si tiene a favor el consenso de la mayoría de sus miembros, y la sociedad no puede suprimirlo sin poner en cuestión sus propios fundamentos. Por otra parte, y como consecuencia de ello, son precisamente los regímenes liberales, donde la inteligencia tiene mayores libertades para ejercer su papel crítico, los que ofrecen un menor consenso.[...]

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