El hombre aplaudido como adalid del cambio, no sólo para su país sino para el resto del mundo, Barack Obama, es un senador cuya única experiencia política se reduce a cuatro años en la menos importante de las cámaras legislativas norteamericanas, que carece de experiencia ejecutiva, nunca ha servido en el ejército de su país, nunca ha dirigido una empresa pública o privada, nunca ha formado parte de ninguna de las grandes entidades civiles o militares que articulan su nación, y que durante sus cuatro años como senador ha encontrado el tiempo necesario para escribir dos autobiografías pero no para presentar ningún proyecto de ley. Lo débil de su currículo personal y el hecho de que pese al mismo haya logrado alcanzar la presidencia de su país nos demuestra el estado de desintegració n de una sociedad que, hoy tanto como ayer y quizás más que nunca, debamos de impedir que trate de imponer su modelo sobre el resto del mundo.
Más allá de las sonrisas papanatas de los políticamente correctos, y de sus sueños de universalidad gris e igualadora, debemos ver en este, uno de los puntos más bajos de la historia estadounidense, y en el caos que sin duda causará la llegada de un presidente poco preparado para sustituir a uno criminalmente inepto. La posibilidad para las fuerzas de la Gran Europa de recuperar definitivamente el control sobre nuestro continente y sobre la historia, se nos antoja más viable que nunca tras la victoria de Obama.
Es tiempo para Rusia de recobrar su unidad perdida bajo el mandato del corrupto, mafioso y falto de moral Boris Yeltsin. Es tiempo para la Europa Oriental, la que perteneció al antiguo bloque soviético, de perder de vista como ejemplo a los Estados Unidos y reconstruir sus países a partir de la tradición europea de sus gentes.
Es tiempo para Europa Occidental de reconocer que los Estados Unidos no son ya parte de nuestra cultura común y probablemente no lo han sido desde hace más de un siglo. Es tiempo para que los españoles recobremos nuestra tradicional desconfianza hacia el que fue el último enemigo de nuestra historia ( económica, imperial y hasta ideológica ) y después un aliado siempre interesado e incierto. Después de un Aznar sumiso frente a George Bush y de un Zapatero que sin duda lo será ante la versión grande y americana de sus propios valores, que más que progresistas o revolucionarios podemos calificar de "modernetes" , “a medias” y “todo vale”, debemos fijar para nuestro país, nuestro continente y nuestra cultura una vía propia.
Sin entrar a fondo en cuestiones del color piel, como así lo hacen los seguidores de Obama por mucho que los ¿entendidos? analistas televisivos lo desmientan, es probable que la elección de un presidente de ascendencia no europea tenga el efecto benéfico secundario de convencer a los patriotas de las distintas naciones europeas, incluso a aquellos que hasta ahora tenían a Estados Unidos como parte de su propia cultura de que esto no es así. En cuanto a los que ya éramos nacional-europeos por encima de las viejas fronteras, esta elección no deja de confirmar lo que ya hace tiempo sabíamos.
Que Obama cambie, si puede, si quiere, si le dejan, su propio país. No nos importa la política interior de otras naciones sino en tanto afecta a la nuestra, la española, y una futura gran Nación Europea. Pero que nos deje en paz, no queremos ser siervos de EEUU, ni de Bush ni de Obama ni de los que sigan. Aprovechemos el caos que sin duda traerá la llegada de otro incompetente a la Casa Blanca para trastocar el sistema político y económico mundial, injusto y terrible social y moralmente.
Ellos, los norteamericanos, han revuelto el río, ahora nos toca a nosotros ponernos a pescar.
Fdo.: Secretaria Nacional de Comunicacion del MSR