“Hay quien para sobrevivir entierra su cuerpo en un cubo de basura noche tras noche rebuscando en las inmundicias de un supermercado. Hay quien para mitigar el sopapo que le ha dado la vida no le queda más remedio que navegar de contenedor en contenedor a la caza de algo que echarse a la boca. Sí, esto ocurre en Madrid, el mismo que aspira a organizar los mejores Juegos Olímpicos de la Historia en 2016.
Pero esta imagen puede pasar a la Historia, no por el rescate de los desheredados, sino si hay una aplicación estricta de la nueva Ordenanza de Limpieza que el próximo viernes aprueba el Pleno. La nueva normativa multiplica por 12,5 la sanción que hasta ahora existía para las infracciones leves.
La Ordenanza de Protección del Medio Ambiente Urbano, aprobada en 1985, establece una sanción de entre 30 y 60 euros para este tipo de vulneraciones de la norma. El nuevo texto fija una sanción de hasta 750 euros. Un portavoz del Área de Medio Ambiente justificó el incremento de las cuantías de las sanciones porque «no se han revisado desde 1985. Han de adaptarse a los nuevos tiempos».”
Nuestra postura al respecto:
Esta medida no puede más que definirse como inmoral. En lugar de dar respuestas y soluciones al hambre, al paro, a la crisis, el Sr. Gallardón -personaje de la alta alcurnia, ajeno e indiferente a los problemas de la sociedad- y su equipo deciden multar a aquellos que hurgan entre los contenedores en busca de algo de comida que llevar a la mesa. ¡A los culpables de su situación es a los que deberían de multar! Por cada ciudadano en el paro, por cada compatriota -sin distinción de clase- pasando hambre, una multa por inmoral, por no cumplir con sus obligaciones e incentivar la injusticia, una multa a todos los políticos de España.
Ante semejante medida cabe decir, a veces la crítica a nosotros mismos es necesaria, que los disidentes no podemos dar, lamentable, una repuesta adecuada y tangible a tal drama. Volvemos a recordar por tanto la necesidad de crear asociaciones de tipo eminentemente social, de fundir la teoría con la praxis y mostrar nuestra solidaridad. Una solidaridad que no se queda en la simple verborrea y se materializa de un modo cuyos ecos nos llegan desde la Italia más inconformista. Pero negar tal carencia es seguir chocando contra el muro.
Pregunta del millón antes de concluir: ¿cómo podrán pagar las personas sin recursos estas multas…? La respuesta: ¡Qué las paguen los políticos!