viernes, 29 de mayo de 2009

El legado de Isaac Albéniz

En el 149 aniversario del nacimiento de Isaac Albéniz (1860-1909), queremos recordar su música a través de aquellos que nacieron tras él, nuestros contemporáneos.


Francisco Guerrero (1951-1997), para quien Iberia era “la más grande obra española de los últimos cien años… una música suntuosa, fabulosa, una extraordinaria obra maestra de una riqueza inagotable”, asumió el reto que incluso Albéniz rechazó: orquestarla.

Pero la muerte ronda la maravilla del piano. Si Albéniz compuso la suite Iberia poco antes de morir, con la salud quebrantada y entre sufrimientos, la muerte sorprendió de manera repentina a Guerrero cuando llevaba orquestados –en este orden- El Albaicín, Jerez, Corpus Christi en Sevilla, El Polo, Málaga y Almería, y, en palabras de su viuda, Susana Cermeño, recogidas por Stefano Russomanno, se preparaba para acometer la orquestación de El Puerto.

Nos dejó de ellas una orquestación brillante, muy superior a las tentativas anteriores de Fernández Arbós o Suriñach, en la que la riqueza inagotable de las obras no sólo gana color, sino energía, al tiempo que avanza hacia un nuevo siglo a través de los recursos orquestales propios de Guerrero.


Cristóbal Halffter (1930) se atrevió sólo con la orquestación de Eritaña, si bien la página en recuerdo del pianista Arthur Rubinstein, titulada El ser humano muere solamente cuando lo olvidan (1987/93), supone un emotivo guiño a la suite Española de Isaac Albéniz.

La pieza nace con las notas aisladas del olvido, lejanas, nostálgicas, imprecisas... distintas líneas se superponen, distintas velocidades, los recuerdos avanzan ruidosamente y, cuando el recuerdo parece ser sólo caos, aparece nítidamente el recordado: Albéniz. Córdoba se dibuja lenta en la memoria, pero el recuerdo se desvanece bruscamente, se diluye hasta devolvernos al silencioso olvido: la muerte.


Esperamos que disfrutéis de las distintas piezas que hemos puesto a vuestra disposición:


Discover Alberto Rosado!

Samuel García Vargas