sábado, 13 de junio de 2009

La opinión de Ferran Gallego

A continuación publicamos un extracto del punto dedicado al Movimiento Social Republicano dentro del capítulo “Cruzando el río entre los árboles” de la obra “Una patria imaginaria” de Ferran Gallego (1953), profesor titular de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).


DE NACIONAL-BOLCHEVIQUES A SOCIAL-PATRIOTAS.
ALTERNATIVA EUROPEA - MOVIMIENTO SOCIAL REPUBLICANO.

Quizá sea el MSR el grupo de origen nacional-revolucionario que ha sabido mantenerse durante un tiempo más prolongado, con mayor coherencia de planteamientos y con una mayor ambición innovadora: el que ha sabido mezclar la recaudación de una línea cultural alternativa con la atención a las cuestiones inmediatas de la ciudadanía más minuciosas. Tal esfuerzo de rescate de una tradición cultural propia ha caracterizado al grupo por sostener el considerable esfuerzo de Ediciones Nueva República, dedicada a la publicación de autores de difícil localización en el mercado español -como la singular y meritoria edición de las Obras Completas de Ramiro Ledesma Ramos en el año de su centenario-, la revista Nihil Obstat, que ha publicado seis números desde el año 2002, y por la misma fase inicial de Tribuna de Europa, que destacaba los temas de elaboración ideológica y los dossiers que, bajo el epífrage "Ad hoc", se dedicaban a la publicación de materiales de los años de entreguerras y ensayos destinados a esta recuperación de recursos teóricos. La voluntad de mantener la atención programática, disponiendo de respuestas cada vez más atentas a condiciones concretas de la sociedad no se ha limitado, como ha sido tan frecuente en la extrema derecha española, a la edición de algunas plataformas genéricas, sino que culminó, a semejanza de lo realizado por el Frente Nacional francés, con la aprobación de 300 medidas para transformar España, editadas como programa electoral del MSR de cara a las generales de marzo de 2004. Estos dos elementos pueden indicarnos la diferencia sustancial que existe, además de los aspectos ideológicos, en la actitud de este grupo, cuyos escasos resultados electorales parece corresponder en poca medida a su trabajo organizativo y sus esfuerzos por proceder a una renovación ideológica pegada al terreno de las propuestas políticas, disponiendo de un espectro de propuestas tan amplio como las que se señalan en el título del programa electoral. Cabe destacar, además, su extraña duración en proceso de maduración permanente, algo que se aleja de determinadas situaciones de perpetuidad petrificada, como las de Falange Española, y de las constantes empresas de pocos meses de duración, rotas por los irascibles debates que acompañaban cualquier intento de modificar una línea estratégica y una percepción del propio espacio en el panorama español. Una permanencia creativa que, al mismo tiempo, ha sido resultado de una no menos extraña tenacidad a la hora de mantener el proyecto, permitiendo que sea el que ha logrado mayor antigüedad en el espacio nacional-revolucionario español, ya que el primer número de Tribuna de Europa se remonta a finales de 1991, la organización de la Asociación Cultural Alternativa Europea al verano de 1993 y su conversión en partido político, primero Liga Social Republicana y, más tarde, Movimiento Social Republicano, al verano de 1996.

Lo que ha permitido esta instalación de este paisaje, tan dado a la extinción de especies antes de que alcancen su madurez, han sido algunos elementos que pueden destacarse antes de fijar el perfil político del grupo, aunque algunos factores negativos, que corresponden a errores políticos y a las propias condiciones de hostilidad ambiental, hayan neutralizado una parte notable de su trabajo. Los elementos favorables a esta continuidad del grupo se basan en que sus dirigentes, y en especial el principal responsable de esta dilatada consistencia del grupo, el secretario general Juan Antonio Llopart Senent, disponen de una larga experiencia en los escenarios más renovadoresy radicales de la extrema derecha española desde los inicios de la transición. La militancia en espacios como el Frente de la juventud, Movimiento Falangista o los diversos experimentos de Tercera Posición -MAS, CAS, 3VS, Vanguardia- se ha sumado siempre a una mirada crítica acerca de las deficiencias de las llamadas "fuerzas nacionales" y los intentos de rectificación realizados en las mismas durante la década de los ochenta, estableciendo una voluntad de modificación de planteamientos basada en la propia lectura de una práctica política vivida que se transmite a una militancia nueva.

El primero de los elementos positivos del grupo ha sido
la capacidad para pautar la relación entre dos elementos que la extrema derecha nacional-revolucionaria no había conseguido hacer convivir de manera adecuada: de un lado, el trabajo cultural, de edificación de un proyecto como nueva síntesis ideológica que había de alimentarse de diversas referencias; de otro, el trabajo de análisis de las condiciones actuales, de las relaciones con otros grupos del área y de elaboración de una plataforma política propia. Mientras, en una primera etapa, la primacía de los elementos de elaboración de esta síntesis ideológica, basada en el rescate de diversas opciones antiliberales del siglo XX, podía resultar más clara que los factores inmediatos, el paso a la formación de un partido fue dando mayor importancia a las tareas de carácter estratégico y organizativo. Sin embargo, en ninguna de las fases se produjo el abandono de una de las dos facetas, dejando de cometer el error habitual de este sector que le hacía caer en la reflexión ideológica pura o en la actividad inmediata sin el necesario respaldo de un proyecto coherente que protegiera a la propia organización. Más que una yuxtaposición, se trataba de una simbiosis que permitió el desarrollo de una u otra de las actividades primordialmente, sin dejar de ver en la otra un necesario recurso que permitiera inspirar las opciones políticas que se tomaban o que recordara permanentemente que las reflexiones teóricas tenían sentido como base de un proyecto político que se iba a construir. El segundo aspecto fue una relación entre tradición e innovación que intentaba superar las viejas contraposiciones del área entre vehementes declaraciones de voluntad de cambio y uso regular de un asfixiante material simbólico como "zona segura" desde la que dirigirse aun público leal. Para Alternativa Europea y el MSR, lo que ha habido siempre es un intento de hacer de los autores y experiencias sociales del pasado las fibras elementales de una tradición, el descubrimiento de una necesaria constancia de unas aportaciones del pensamiento o de la acción política que se contemplan como un material de construcción, nunca como un edificio acabado que permite o deniega la entrada en su recinto. Obviamente, esto no implica la verdadera utilidad que pueda proceder de estos recursos, pero modifica la posición meramente instrumental o solemnemente litúrgica que se tenía en otros movimientos: la voluntad del MSR de orientar todo su trabajo a la fabricación de una propuesta política puede explicar esta actitud alejada de ambas tentaciones, pero también de un desprendimiento que condujera al mero activismo autorreferencial, como había ocurrido en el caso de Bases Autónomas. En tercer lugar, encontramos una voluntad de congruencia entre el proyecto y la realidad en la que se vive que establece un repertorio de temas de fondo y de aspectos tácticos combinados: AE-MSR ha ido prestando una atención a lo que le rodeaba para establecer una adaptación, no un tacticismo ni una extravagancia, procurando que su propuesta política resultada de la actualización de viejas referencias del período de entreguerras con las nuevas circunstancias operadas en el mundo, con la caída de la Unión Soviética y el descrédito del socialismo marxista como alternativa geopolítica e ideológica al liberalismo. Además, la perduración del grupo obedece a una intransigencia de principios amortiguada por la flexibilidad política, de tal forma que ha podido evitar el desgaste que siempre se ha producido en los grupos de la extrema derecha por la percepción de la unidad necesaria a partir de la derrota de 1982, en diversos episodios que no fracasaron por su escasa dotación de mecanismos de coherencia interna, de preservación de la organización a los debates a todos los niveles y al carácter apresurado de procesos de fusión que procedían de la debilidad de cada uno y de las urgencias electorales que se ponían a la vista, como pudo ocurrir con el Frente Nacional, con juntas Españolas y con Democracia Nacional. En cuarto lugar, la perspectiva de un proyecto político siempre se ha mantenido como relación entre la disposición de una plataforma política cada vez más detallada y un esfuerzo de consolidar la organización, impidiendo que pudieran instalarse los habituales vicios del sector: la intermitencia conmemorativa en torno a un rosario de actos aislados de afirmación, las tendencias asamblearias que pudieran hacer retroceder cada cierto tiempo los pasos avanzados en la dirección política decidida, la pérdida de tensión por la inactividad a la espera de un proceso electoral que aletargaba a los militantes tras cada fracaso en las urnas o que exigía una desalentadora actitud abstencionista. Esta actitud de disciplina política ha evitado crear liderazgos caudillistas que supongan el carácter superfluo de la organización de base, pero también ha impedido que la constante discrepancia pudiera acabar paralizando a la organización, poniéndola al servicio prioritario del debate interno. Por último, lo que ha permitido esta trayectoria ha sido el mantenimiento de referencias internacionales claras, iniciadas con el Frente Europeo de Liberación (FEL) y mantenidas en la permanente atención a grupos europeos que han actuado en líneas semejantes, evitando otro de los errores clásicos de los nacional-revolucionarios españoles: la afirmación de una voluntad europeísta como superadora del nacionalismo peninsular, que contrastaba con la ausencia de implicación auténtica en los movimientos que se articulaban en el continente.