miércoles, 19 de agosto de 2009

Apología del Guerrero


El honor
Es la medida secreta
de la muerte
Su roja anatomía.
Un sol púrpura
un ojo que observa
El viaje interminable
de las almas.

El guerrero es la medida
Del día y la penumbra.
Su forma es el tigre en el bosque
La mirada en la noche
La bruma en la luna llena.

La espada es la ruta de la elipse
La creación de la estrella en el acero
La frontera del suceso incomprensible.

El yelmo es la estética perdida
La pasión oculta de los gestos.

El vacío es la forma demorada
La avanzada del rocío
El límite de las fuerzas.
Un vuelo de hojas
Dormidas de amarillo
Bajo el sol imperial.

Las manos son memoria
De metal y de símbolos
La lluvia, la sangre
Y el polvo de centurias.
Las manos son la sombra
Del fuego y del combate.
Rosas bendecidas
Por agua pura.

El corazón
Es la frontera interna del grito
El compás de la energía
En un punto axial del universo.

La mirada es la cascada del aire
El látigo fértil de la luna
El pasar furtivo del lobo
La protección invisible
La mejor armadura del guerrero.

El tiempo es el telar de los espacios
La construcción laboriosa de los signos
La oración desplegada sin anclaje
La visión y el sonido de los astros
La caducidad de lo efímero
La pasión por el vuelo
La caída del pétalo
La transparencia del agua
La mirada atenta del centinela.

La vida es el hilo de la trama
El transcurso honorable hacia la muerte.
La vida es un centro despojado
La deuda final de carne y hueso
Sobre el oscuro territorio de los hombres.

Los pies son el viento del olvido
El choque de la piel y de la tierra
Mientras arriba silba
La velocidad del acero.

La Patria es una angustia
regada de esquirlas
El círculo secreto sobre el muro
Las manos de un silencio solitario.
Una ropa que nos viste con espinas
Profundas como la carne que reclaman.

Nuestro sueño es de finales o principios.
Soñamos destinos que no conocemos.
Pero es inevitable soñar
Para ordenar el destello de la espada
En la extensión desconocida del cielo.