viernes, 21 de agosto de 2009

Cultura Alternativa XX


Knut Hamsun (1859-1952).

La última alegría. XI.

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En un balneario pueden observarse muchas cosas durante el transcurso del día, si no se va a ciegas. Y también se puede observar mucho durante la noche. ¿Qué será ese ruido en el establo de las cabras? ¿Por qué no dormirán los animales? La puerta está cerrada, ningún perro extraño ha entrado. ¿No ha entrado ningún perro extraño? «Los vicios se mueven en círculo, lo mismo que las virtudes -empiezo a pensar-; nada es nuevo, todo vuelve y se repite. Los romanos reinaron en el mundo, sí. ¡Oh! Eran romanos tan poderosos e invencibles que se permitieron uno o dos vicios; se podían permitir muchas cosas; se procuraban placeres con adolescentes y con animales. Entonces, un día, comenzó a descender sobre ellos la recompensa; los hijos de sus hijos perdieron una batalla aquí y otra allá, y los hijos de éstos ya sólo miraban atrás. El círculo estaba cerrado, nadie reinaba en el mundo tampoco, como los romanos». No se asustaron de mí los dos ingleses del establo: yo no era sino un nativo, un noruego ante los poderosos viajeros; yo no tenía más que callar. En cambio, ellos pertenecían a la nación de trotadores del mundo, de conductores de carros y de vicios que el sano destino de Alemania matará algún día...

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