[...]"Casi todos los mileuristas tienen una buena formación; muchos de ellos han cursado estudios universitarios y los han completado con éxito. La mayoría no desempeña un puesto acorde a su preparación, y los pocos que lo hacen cobran mucho menos de lo que deberían. 1.000 euros, una cifra mágica... No se llega a ser un paria, pero cuesta llegar a fin de mes. Los bajos salarios y las condiciones laborales precarias son lo más característico de esta nueva clase social. Porque dejando los eufemismos a un lado, los mileuristas son una clase social. Herederos de una clase media venida a menos y de una clase trabajadora aburguesada. Esa es otra de las características de los mileuristas: suelen “pasar” de política, están desengañados pese a su juventud, llenos de complejos, y en ocasiones se aferran al hedonismo salvaje y al complejo de Peter Pan, pues no se ven capaces de abandonar la adolescencia. No pueden formar una familia, tampoco pueden tener una casa en propiedad. Comprar un coche les supone un esfuerzo difícil de afrontar; en esas condiciones, madurar es difícil. Pero más allá de la imposibilidad de acceder a los más básicos bienes materiales, el gran problema de los mileuristas es el vacío espiritual. Las jornadas partidas de “tropecientas” horas no invitan precisamente al esparcimiento ni fomentan la vida intelectual: muchos mileuristas no vuelven a coger un libro desde que abandonan el instituto o la universidad. El consumismo salvaje, potenciado por los medios de comunicación de masas, sirve de “relleno” a las horas muertas. La fórmula mágica de las “compras a plazos” esclaviza un poco más si cabe a nuestros amigos mileuristas."[...]
Fragmento del artículo "Soy mileurista"
del Krisis 21-nº 4/ 5
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