sábado, 13 de agosto de 2011

La Virgen de la Paloma, fiestas castizas


Entre las vírgenes vinculadas a Madrid, la Virgen de la Paloma es la de más moderna presencia, puesto que su historia se remonta tan sólo al siglo XVIII, cuando según la leyenda fue encontrado un lienzo representando a un mujer con ropas monjiles, con un rosario en las manos, entre un montón de leña ubicado en un corralón.

Según algunos estudiosos del tema, dicho cuadro reproducía una talla de la Virgen de la Soledad, realizada por Gaspar Becerra. Sin embargo, otros sostienen que es el retrato de una monja, hecho por su padre, antes de que su hija entrara en clausura. Hay autores que refunden ambas teorías en una y dicen que el pintor hizo un cuadro a la Virgen de la Soledad, teniendo, como modelo a una monja.

La realidad es que encontrada la pintura, llegó a manos de unos chiquillos que estaban jugando con el lienzo, hasta que Andrea Isabel Tintero, interesada por la pintura les dio unas monedas a cambio de ella. La reparó por su cuenta y, como mujer piadosa que era, la colocó en el portal de su casa.

Tempranamente se propagó que la mediación de esta Virgen con paloma era milagrosa. Así, la cuñada de Isabel Tintero fue la primera que ofreció a su hijo, recien nacido, a la imagen. Comenzó de esta manera una tradición, que se ha mantenido durante más de doscientos años. Hoy todos los sábados del año, por la mañana se celebra una misa para que las madres puedan ofrecer sus hijos a la Virgen de la Paloma. Y el 15 de agosto, que se celebra su día grande, la multitud colapsa la Parroquia de San Pedro el Real para el ofrecimiento a la Virgen.

Tan rápida fue la fama, que Andrea Isabel Tintero en 1791, pedía permiso para construir una capilla. Concedidos todos los permisos, comenzaron las colectas para comprar un solar existente en la misma calle de la Paloma, que pertenecía a las monjas franciscanas de Santa Maria de la Cruz, convento que estaba en el cercano pueblo de Cubas de la Sagra. Adquirido el terreno, comenzó la edificación de la capilla, encargada a Francisco Sánchez, que comenzaría la obras en 1792 y las terminaría tres años después. El año siguiente, el día 9 de octubre de 1796, el cuadro de la Virgen de la Paloma fue llevado a la nueva capilla, de la que fue nombrada sacristana y administradora Andrea Isabel Tintero.

La fama fue en aumento, sobre todo entre las capas más populares de la población madrileña. Llenándose la capilla de exvotos y toda serie de prendas que los fieles ofrecían a su Virgen para recibir los favores pedidos. Tantos llegaron a ser y a ocupar tanto sitio que el visitador eclesiástico ordenó que fueran retirados por el peligro que significaban.
Durante la ocupación francesa de 1808, la capilla sufrió los efectos del pillaje, aunque el lienzo y las joyas de la Virgen se salvaron al ser guardados por Isabel Tintero, que moriría en 1813 sin lograr su último deseo: ser enterrada en la capilla. Actualmente la plaza donde se encuentra la Iglesia de La Paloma (Parroquia de San Pedro el Real) lleva su nombre.

Durante el siglo XIX, la popularidad de la Virgen de la Paloma siguió en aumento, tanto es así que la reina Isabel II solía acudir a rezar a la Virgen en el ultimo mes de sus embarazos y su hijo Alfonso XII visitó varias veces la capilla para rezar.

En 1891, se decidió sustituir la capilla por un templo mayor al pasar la parroquia de San Pedro el Real a la Paloma. El edificio fue construido entre los años 1896 y 1911. De planta de cruz latina y de fachada neomudéjar, flanqueada por dos altas torres, se inauguró con asistencia de los reyes, el 23 de marzo de 1912. Las vidrieras fueron regalo de la Casa Real

La fiesta religiosa pasó pronto a estar acompañada de una fiesta popular, la verbena, que toma importancia a partir de 1875. Pedro de Répide comenta que a pesar de no ser la más antigua, era de las más importantes por la cantidad de madrileños que la visitaban en los años veinte. Prueba de su popularidad fue la elección como escenario de unas de las zarzuelas mas famosas, La verbena de la Paloma, obra del compositor Tomas Bretón y del libretista Ricardo de la Vega, que fue estrenada el 17 de febrero de 1894 en el popular Teatro Apolo. Sus personajes podían considerarse, en cierta medida, estereotipos de los vecinos de las casas del barrio de la Paloma, en los años en que trascurre la zarzuela.
Durante la República y ante el temor de que 'La Paloma' corriese la misma suerte que otras iglesias, se retiro el cuadro de la Virgen y en su lugar se coloco una copia. Al estallar la Guerra Civil, Pedro Labiana, presidente de la junta parroquial trasladó su domicilio a la calle de Altamirano y allí guardó el cuadro dentro del cabecero de una cama.

Sin embargo, en el mes de noviembre de 1936, la casa sufría un duro bombardeo que obligaría a esconder mejor el cuadro. Por ello, fue llevado a los sótanos de una farmacia de la Glorieta de San Bernardo, propiedad de unos parientes de la familia. Allí permaneció más de dos años, hasta que finalizada la guerra fue devuelta la pintura.

El 15 de agosto de 1939 el cuadro volvió a ocupar su lugar en el templo, pero no así el marco y la custodia de oro y brillantes. Como curiosidad debemos señalar que la copia dejada en el lugar de la pintura verdadera, fue guardada por un zapatero, creyendo que se trataba de la autentica y estuvo escondida durante toda la guerra.

Tras la Guerra Civil el cuadro era llevado en procesión en un coche de bomberos, porque varios feligreses pidieron ayuda a los efectivos de este cuerpo municipal, que hacían maniobras cerca de la Gran Vía de San Francisco, para bajar el cuadro de la Virgen de la Paloma. El año 1956, una suscripción popular permitió adquirir la actual carroza, sin embargo, la tradición se ha mantenido y son los bomberos quienes bajan el cuadro tras las misas de la mañana del día 15 de agosto, lo colocan en la carroza y por la tarde escoltan a la Virgen de la Paloma en todo el recorrido procesional, entre aclamaciones de los vecinos, para volver a colocar el cuadro una vez cantada la Salve. Los bomberos pertenecen al cercano cuartel de la Puerta de Toledo, entre la Gran Vía de San Francisco y la Ronda de Segovia.

Los últimos años han visto resurgir las 'Fiestas de la Paloma', las cadenetas han vuelto a las calles y a los patios del barrio, los bares sacan sus mostradores y mesas a las calles, muchos vecinos han reanudado la costumbre de vestirse de chulapos y el número de personas que acompañan a la Virgen, en la procesión ha crecido y crece, hasta hacer imposible conseguir una flor de la carroza. Esta masiva asistencia, ha permitido programar numerosos actos durante los días que duran las fiestas, y a los que asisten todos los madrileños que por esas fechas se encuentran en Madrid, acompañados en muchos casos por los nuevos vecinos, provenientes de lejanas tierras y deseosos de divertirse participando activamente en la fiesta.